jueves, 5 de noviembre de 2015

NUESTROS VIEJOS CASTAÑOS


  Hasta hace unos años se creía que el castaño fue introducido en España por los romanos pues eran unos grandes consumidores de castañas por su valor energético, pero estudios recientes han descubierto que el castaño ya habitaba en la Península Ibérica desde el Cuaternario. Por lo que el dicho de: “En tiempo de Mari Castaña” tiene su fundamento. Los árabes potenciaron también su consumo y autores árabes como Ibn al – Awwán y Avenzoar nombran en sus escritos la manera de hacer pan de castañas : Se le quita la cascara, se machaca y se mezcla con la levadura de otras harinas como la de trigo, y se pone a cocer.
Las castañas son también un fruto apropiado en estas fechas ya que en la antigüedad clásica eran el alimento de los difuntos en su viaje al Mas Allá.

Hasta hace unos años, en este pueblo, se cultivaban los castaños como ayuda a la economía familiar y como alimento tanto humano como animal. Pero ahora, debido a la escasez de lluvias y al abandono de las labores agrícolas, van desapareciendo. Se crían bien en zonas húmedas y al lado de acequias. Aún se conservan algunos ejemplares de bastante antigüedad y majestuoso porte.


  Dice Mármol en su Historia de la rebelión y castigo de los moriscos: “... y son los castaños tan grandes, que en el lugar de Bubión había uno donde una mujer tenía puesto un telar para tejer lienzo entre las ramas, y en el hueco del pié hacia su morada con sus hijos; y cuando el comendador mayor de Castilla entró con su campo en la Alpujarra, estando en aquel lugar, vimos seis escuderos con sus caballos dentro del tronco de aquel árbol, y á la partida le pusieron fuego unos soldados y lo quemaron.” Francisco Izquierdo en su libro “Apócrifo de la Alpujarra”, con la ironía y la exageración propia de esta tierra, le dio esta versión: “EI castaño era alto como el Alto de la Cañada de las Majaíllas y recio como treinta bueyes cogidos por el ronzal. En sus ramas cabían todos los jilgueros y todas las alondras del Magalite. Por el otoño, cuando se le iban las hojas, éstas, puestas unas sobre otras, subían una docena de varas, rojas como la sangre y olorosas a canela húmeda. En tiempos, en la copa del árbol vivió un águila imperial y su corte de alcaudones, quinientos pájaros de presa con el cuello negro y la mirada redonda como el brocal de un aljibe. En tiempos, en el hueco del árbol hubo una aljama y en ella se reunían hasta veinticuatro moros importantes. En tiempos, el castaño fue telar para tejer lienzo y vivían en él diez muchachos y su madre, la hilandera. La enramada cubría un marjal y resguardaba del sol y de la lluvia a la mujer, a sus hijos y a todas las madres y sus hijos de Bubión. EI castaño era templo, plaza, alegría, velatorio, fiesta, guerra. El castaño, además, tenía poderes únicos: convertía en veletas a las serpientes que reptaban el tronco en busca de pájaros; durante las tormentas, el castaño transformaba las chispas eléctricas en arcos iris; sus sombras sanaban a los lisiados de la guerra, a los leprosos, a los estériles; su corteza, en tiempos de hambre, se hacía pan de higo. Dicen que el castaño, en la noche de San Juan, se metamorfoseaba en legión de sarracenos y cabalgaba las cumbres de Sierra Nevada con la algarabía y el estropicio de los mejores tiempos de la sublevación morisca. ¡Ay del que tropezara con el castaño convertido en animal bélico!.
El Comendador de Castilla, que vino al lugar de Bubión, del que era dueño como de gran parte de las tahas de Órjiva y de Pitres, supo del castaño y de sus condiciones extranaturales.
-Y eso, ¿cómo puede ser? preguntó el feudal.
-Pues siendo, -¡ea! respondió su secretario.
-Mira, tú, manda razón y que le busquen averiguaciones.
Hechas las averiguaciones y vistas las referencias se cayó en la cuenta de que el árbol era, aparte su madera y sus cobijas irracionales, “una cosa mala con ánima”.
-Que se le juzgue por antinatural.
-Sí señor.
-Y por brujería.
-Sí señor.
-Y por planta vegetal que es demonio.
Fueron necesarios seis consejeros y dos escribanos, todos expertos, amamantados por la Inquisición, cultos en el arte de las averiguaciones, duros como el pedernal y católicos desde cien generaciones. Al castaño se le puso juicio una tarde de julio, con la calor fuerte, y los jueces y los escribanos y e1 público se cocían al sol, pero no dejaron que las sombras del árbol les tocara el cuerpo.
-Preguntamos si has consentido y creído que Cristo no sea Dios.
“La planta no responde”, susurró un escribano.
-¿Por qué no responde?-indagó el presidente.
-No lo sabemos, señor presidente.
-Segunda pregunta-señaló el juez mayor.
-Preguntamos si, aparte las dudas sobre la fe de Cristo, como dicho y confesado habéis por el silencio, tuvisteis fe y creísteis en la secta de Mahoma.
Se hizo por segunda vez la segunda pregunta. “El árbol no responde, señor juez”, repitió el escribano correspondiente.
-No responde, ¿eh?
-No, señor.
-Mal, muy mal. Échale otra interrogación.
-Preguntamos si tenéis alguna inteligencia con espíritu maligno de los que suelen traer y convocar a lugares negros y en formas diversas.
Un golpe de viento agita las hojas del castaño y de su enramada desciende un frescor a sombra y dulzura. Los presentes se apartan vivamente para que no les toque el aire impuro.
-¿Es una respuesta?-quiere saber el juez mayor.
-No creo, señor. Parece voluntad de Dios Nuestro Señor al mover el viento entre las ramas de una de sus criaturas.
-Hazle una última pregunta y si no contesta, decidiremos.
-Preguntamos si tenéis relación directa o indirecta con Zaquiel.
-¿La tenéis?-insiste el segundo escribano, impaciente.
-¿Qué dice?
-No dice nada, señor juez.
-¿Cómo es posible?
-Tampoco lo entendemos nosotros-agregan los consejeros.
-Mal, pero que muy mal-el juez sacude la cabeza.
Bajo el calor tremendo del día de julio, los del tribunal deliberan, pero no mucho, que la sentencia era clara. EI Comendador, bajo sombrilla, que para eso es amo y señor, atiende a los justicias.
“No responde, no responde”, condenan los consejeros.
-¿Hacen falta más pruebas?-pregunta el amo.
-Creemos que no, señor.
-Pues haced justicia. En su silencio hallaréis la culpa. Quien calla, otorga.
Fue sentenciado a la hoguera. Por brujería, por tratos con el Maligno, por rebelión ante la justicia, por desprecio al Comendador de Castilla. Tardó en arder completamente dos semanas justas, y en el último día de su tronco enorme, surgió un pajarraco negro que huyó a los montes blasfemando horriblemente.
-¿Qué gritaba el pájaro?-pregunta el cronista a Salvorico Bu, que asiste a la historia sin pestañear.
-Era una urraca.
-Pero, ¿qué gritaba?-insiste el cronista.
-”¡Voto a Satanás, que me quemo!”.


También cuenta que “ En el Castaño Gordo vecino del cortijo de la Sacristía ahorcaron, de una
vez, a seiscientos alpujarreños de Sepronio Turditano, y aún quedó rodal para otros seiscientos.”
Exageraciones aparte, por nuestros senderos de montaña aún quedan bellos castaños.
Es por la importancia que tubo, y que todavía sigue teniendo, por lo que raro es el pueblo serrano alpujarreño que no celebre la fiesta de La Castaña. Esta fiesta es el primero de noviembre y coincide con la de Todos Los Santos. Se tuestan castañas y se toman con anís, además de otras viandas, y la
gente se divierte como posiblemente se divirtieron, cuidaron y adoraron a este árbol aquellos cuaternarios alpujarreños parientes nuestros.