NUESTROS VIEJOS CASTAÑOS
Las castañas son también un fruto apropiado en estas fechas ya que en la antigüedad clásica eran el alimento de los difuntos en su viaje al Mas Allá.
Hasta hace unos años, en este pueblo, se cultivaban los castaños como ayuda a la economía familiar y como alimento tanto humano como animal. Pero ahora, debido a la escasez de lluvias y al abandono de las labores agrícolas, van desapareciendo. Se crían bien en zonas húmedas y al lado de acequias. Aún se conservan algunos ejemplares de bastante antigüedad y majestuoso porte.
Dice Mármol en su Historia de la
rebelión y castigo de los moriscos: “... y son los castaños tan
grandes, que en el lugar de Bubión había uno donde una mujer tenía
puesto un telar para tejer lienzo entre las ramas, y en el hueco del
pié hacia su morada con sus hijos; y cuando el comendador mayor de
Castilla entró con su campo en la Alpujarra, estando en aquel lugar,
vimos seis escuderos con sus caballos dentro del tronco de aquel
árbol, y á la partida le pusieron fuego unos soldados y lo
quemaron.” Francisco Izquierdo en su libro “Apócrifo de la
Alpujarra”, con la ironía y la exageración propia de esta tierra,
le dio esta versión: “EI castaño era alto como el Alto de la
Cañada de las Majaíllas y recio como treinta bueyes cogidos por el
ronzal. En sus ramas cabían todos los jilgueros y todas las alondras
del Magalite. Por el otoño, cuando se le iban las hojas, éstas,
puestas unas sobre otras, subían una docena de varas, rojas como la
sangre y olorosas a canela húmeda. En tiempos, en la copa del árbol
vivió un águila imperial y su corte de alcaudones, quinientos
pájaros de presa con el cuello negro y la mirada redonda como el
brocal de un aljibe. En tiempos, en el hueco del árbol hubo una
aljama y en ella se reunían hasta veinticuatro moros importantes. En
tiempos, el castaño fue telar para tejer lienzo y vivían en él
diez muchachos y su madre, la hilandera. La enramada cubría un
marjal y resguardaba del sol y de la lluvia a la mujer, a sus hijos y
a todas las madres y sus hijos de Bubión. EI castaño era templo,
plaza, alegría, velatorio, fiesta, guerra. El castaño, además,
tenía poderes únicos: convertía en veletas a las serpientes que
reptaban el tronco en busca de pájaros; durante las tormentas, el
castaño transformaba las chispas eléctricas en arcos iris; sus
sombras sanaban a los lisiados de la guerra, a los leprosos, a los
estériles; su corteza, en tiempos de hambre, se hacía pan de higo.
Dicen que el castaño, en la noche de San Juan, se metamorfoseaba en
legión de sarracenos y cabalgaba las cumbres de Sierra Nevada con la
algarabía y el estropicio de los mejores tiempos de la sublevación
morisca. ¡Ay del que tropezara con el castaño convertido en animal
bélico!.
El Comendador de Castilla, que vino al lugar de Bubión, del que era dueño como de gran parte de las tahas de Órjiva y de Pitres, supo del castaño y de sus condiciones extranaturales.
El Comendador de Castilla, que vino al lugar de Bubión, del que era dueño como de gran parte de las tahas de Órjiva y de Pitres, supo del castaño y de sus condiciones extranaturales.
-Y eso, ¿cómo puede ser? preguntó
el feudal.
-Pues siendo, -¡ea! respondió su secretario.
-Mira, tú, manda razón y que le busquen averiguaciones.
Hechas las averiguaciones y vistas las referencias se cayó en la cuenta de que el árbol era, aparte su madera y sus cobijas irracionales, “una cosa mala con ánima”.
-Que se le juzgue por antinatural.
-Sí señor.
-Y por brujería.
-Sí señor.
-Y por planta vegetal que es demonio.
Fueron necesarios seis consejeros y dos escribanos, todos expertos, amamantados por la Inquisición, cultos en el arte de las averiguaciones, duros como el pedernal y católicos desde cien generaciones. Al castaño se le puso juicio una tarde de julio, con la calor fuerte, y los jueces y los escribanos y e1 público se cocían al sol, pero no dejaron que las sombras del árbol les tocara el cuerpo.
-Preguntamos si has consentido y creído que Cristo no sea Dios.
“La planta no responde”, susurró un escribano.
-¿Por qué no responde?-indagó el presidente.
-No lo sabemos, señor presidente.
-Segunda pregunta-señaló el juez mayor.
-Preguntamos si, aparte las dudas sobre la fe de Cristo, como dicho y confesado habéis por el silencio, tuvisteis fe y creísteis en la secta de Mahoma.
Se hizo por segunda vez la segunda pregunta. “El árbol no responde, señor juez”, repitió el escribano correspondiente.
-No responde, ¿eh?
-No, señor.
-Mal, muy mal. Échale otra interrogación.
-Preguntamos si tenéis alguna inteligencia con espíritu maligno de los que suelen traer y convocar a lugares negros y en formas diversas.
Un golpe de viento agita las hojas del castaño y de su enramada desciende un frescor a sombra y dulzura. Los presentes se apartan vivamente para que no les toque el aire impuro.
-¿Es una respuesta?-quiere saber el juez mayor.
-No creo, señor. Parece voluntad de Dios Nuestro Señor al mover el viento entre las ramas de una de sus criaturas.
-Hazle una última pregunta y si no contesta, decidiremos.
-Preguntamos si tenéis relación directa o indirecta con Zaquiel.
-¿La tenéis?-insiste el segundo escribano, impaciente.
-¿Qué dice?
-No dice nada, señor juez.
-¿Cómo es posible?
-Tampoco lo entendemos nosotros-agregan los consejeros.
-Mal, pero que muy mal-el juez sacude la cabeza.
Bajo el calor tremendo del día de julio, los del tribunal deliberan, pero no mucho, que la sentencia era clara. EI Comendador, bajo sombrilla, que para eso es amo y señor, atiende a los justicias.
“No responde, no responde”, condenan los consejeros.
-¿Hacen falta más pruebas?-pregunta el amo.
-Creemos que no, señor.
-Pues haced justicia. En su silencio hallaréis la culpa. Quien calla, otorga.
Fue sentenciado a la hoguera. Por brujería, por tratos con el Maligno, por rebelión ante la justicia, por desprecio al Comendador de Castilla. Tardó en arder completamente dos semanas justas, y en el último día de su tronco enorme, surgió un pajarraco negro que huyó a los montes blasfemando horriblemente.
-Mira, tú, manda razón y que le busquen averiguaciones.
Hechas las averiguaciones y vistas las referencias se cayó en la cuenta de que el árbol era, aparte su madera y sus cobijas irracionales, “una cosa mala con ánima”.
-Que se le juzgue por antinatural.
-Sí señor.
-Y por brujería.
-Sí señor.
-Y por planta vegetal que es demonio.
Fueron necesarios seis consejeros y dos escribanos, todos expertos, amamantados por la Inquisición, cultos en el arte de las averiguaciones, duros como el pedernal y católicos desde cien generaciones. Al castaño se le puso juicio una tarde de julio, con la calor fuerte, y los jueces y los escribanos y e1 público se cocían al sol, pero no dejaron que las sombras del árbol les tocara el cuerpo.
-Preguntamos si has consentido y creído que Cristo no sea Dios.
“La planta no responde”, susurró un escribano.
-¿Por qué no responde?-indagó el presidente.
-No lo sabemos, señor presidente.
-Segunda pregunta-señaló el juez mayor.
-Preguntamos si, aparte las dudas sobre la fe de Cristo, como dicho y confesado habéis por el silencio, tuvisteis fe y creísteis en la secta de Mahoma.
Se hizo por segunda vez la segunda pregunta. “El árbol no responde, señor juez”, repitió el escribano correspondiente.
-No responde, ¿eh?
-No, señor.
-Mal, muy mal. Échale otra interrogación.
-Preguntamos si tenéis alguna inteligencia con espíritu maligno de los que suelen traer y convocar a lugares negros y en formas diversas.
Un golpe de viento agita las hojas del castaño y de su enramada desciende un frescor a sombra y dulzura. Los presentes se apartan vivamente para que no les toque el aire impuro.
-¿Es una respuesta?-quiere saber el juez mayor.
-No creo, señor. Parece voluntad de Dios Nuestro Señor al mover el viento entre las ramas de una de sus criaturas.
-Hazle una última pregunta y si no contesta, decidiremos.
-Preguntamos si tenéis relación directa o indirecta con Zaquiel.
-¿La tenéis?-insiste el segundo escribano, impaciente.
-¿Qué dice?
-No dice nada, señor juez.
-¿Cómo es posible?
-Tampoco lo entendemos nosotros-agregan los consejeros.
-Mal, pero que muy mal-el juez sacude la cabeza.
Bajo el calor tremendo del día de julio, los del tribunal deliberan, pero no mucho, que la sentencia era clara. EI Comendador, bajo sombrilla, que para eso es amo y señor, atiende a los justicias.
“No responde, no responde”, condenan los consejeros.
-¿Hacen falta más pruebas?-pregunta el amo.
-Creemos que no, señor.
-Pues haced justicia. En su silencio hallaréis la culpa. Quien calla, otorga.
Fue sentenciado a la hoguera. Por brujería, por tratos con el Maligno, por rebelión ante la justicia, por desprecio al Comendador de Castilla. Tardó en arder completamente dos semanas justas, y en el último día de su tronco enorme, surgió un pajarraco negro que huyó a los montes blasfemando horriblemente.
-¿Qué gritaba el pájaro?-pregunta
el cronista a Salvorico Bu, que asiste a la historia sin
pestañear.
-Era una urraca.
-Pero, ¿qué gritaba?-insiste el cronista.
-”¡Voto a Satanás, que me quemo!”.
-Era una urraca.
-Pero, ¿qué gritaba?-insiste el cronista.
-”¡Voto a Satanás, que me quemo!”.
vez, a seiscientos alpujarreños de Sepronio Turditano, y aún quedó rodal para otros seiscientos.”
Exageraciones aparte, por nuestros senderos de montaña aún quedan bellos castaños.
Es por la importancia que tubo, y que todavía sigue teniendo, por lo que raro es el pueblo serrano alpujarreño que no celebre la fiesta de La Castaña. Esta fiesta es el primero de noviembre y coincide con la de Todos Los Santos. Se tuestan castañas y se toman con anís, además de otras viandas, y la