lunes, 15 de junio de 2015

 NUNCA ES TARDE





El año pasado cuando escribí sobre don Antonio Porcel Román dije que nadie había hecho nada en el pueblo por conmemorar a tan importante personaje. Pero nunca es tarde, y siguiendo citando al refranero también se podría decir que: más vale tarde que nunca.
Ya tiene, nuestro vecino más ilustre, un monumento conmemorativo e explicativo. No es una plaquita, son dos,donde se recoge, resumida, en una su vida y en otra sus logros profesionales. El apellido no es el mismo, pues los dos son los del padre, como aparece en algunos sitios pues era costumbre en aquella época. Esta en la carretera, a la entrada del pueblo, donde han puesto, a modo de mesas y asientos, las ruedas de molino que se encontraron en las obras de una pequeña calle al lado de la Fuente Alta. Solo le falta un busto que ira en la hornacina que hay en medio.

Haciendo las fotos, hable con un hombre mayor, vecino de Mairena, y me dijo la que posiblemente fuese su casa, que hoy son varias, pues daría a tres calles: desde la iglesia a la Fuente Alta. En una de estas casas aun se conservan restos del lagar.  









15 de junio de 1755 - 15 de junio de 2015, 260 años

viernes, 5 de junio de 2015

SEMBRAR BELLOTAS



Este es el titulo de un pequeño articulo que he encontrado en el número 34, del año 1986, de la revista “La Ragua”, antigua revista del municipio de Nevada: Mairena, Laroles, Júbar y Picena. Aunque pienso que seria interesante que se volviera a hacerse por su valor etnográfico, informativo y por la participación infantil que tenía esta revista.
Esta historia me pareció de lo más apropiada para hoy, Día Mundial del Medio Ambiente.




SEMBRANDO BELLOTAS EN LA ALPUJARRA:
JUAN MANUEL JERÉZ


La sequía, cada vez mayor, que padece nuestra tierra y la ya importante falta de arbolado de nuestras muchas montunas, cerros-o colinas, algunas de ellas antes aprovechadas con cultivos de secano y hoy abandonadas, nos sugieren una pronta desertización que ya no es una lejana posibilidad, sino una realidad inmediata si no se pone remedio por la vía de mayor urgencia. No obstante la administración, tanto nacional como autonómica, parece no tener conciencia del grave problema y se dedica hace algún tiempo a una tímida política de repoblación forestal, que según los entendidos va orientada a favorecer mas a determinados intereses comerciales que a una recuperación real y efectiva del entorno que antaño rodeo a nuestros pueblos y vegas. No basta, por tanto, una política forestal conservacionista de lo poco que nos queda, urge una política regeneradora de nuestros montes, una repoblación de nuestro suelo con aquellas especies autóctonas que han ido desapareciendo de nuestro entorno por la mano, destructora a veces negligente otras, de unos hombres poco conscientes del gran daño que hacían al cortar árboles indiscriminadamente o al quemar bosques por falta de precauciones a la hora de eliminar orillas. Me viene a la memoria una historia real, leída en una revista ecologista y publicada posteriormente en un pequeño libro muy apto para la lectura infantil. Cuenta que en determinadas
zonas de la Provenza (Francia) vivía un hombre viejo y castigado por la vida que se dedicaba a guardar ganado, como única forma de ganarse el sustento, al cual hacía pastar por una zona de poco arbolado, de arroyos inexistentes, fuentes secas, poblados semi abandonados, escasamente poblados por gentes pobres, hurañas y sin apenas ilusiones. Elzéard Bouffier que así se llamaba el viejo pastor, opinaba que la comarca moría por falta de árboles y que como él no tenía ocupaciones más importantes, había decidido poner remedio a ese estado de cosas. Así, este buen hombre, mientras dejaba el ganado al cuidado de su no menos buen perro se dedicaba a plantar árboles pacientemente, sembrando bellotas, que previamente había seleccionado y humedecido en su humilde casa. Tenía un bastón de hierro del diámetro de un dedo pulgar, con él hacía un pequeño agujero en el suelo, ponía en él la bellota y lo tapaba con tierra. Esta operación la realizaba unas cien veces al día, logrando plantar en tres años unos cien mil árboles, de los que quedaron unos diez mil. Comenzó en 1.910, y en 1.945 había cambiado totalmente el paisaje de toda la comarca, las aldeas habían prosperado hasta estar habitadas por más de diez mil personas, con abundante vegetación y agua. Hasta el clima, que antes era muy duro, había cambiado sustancialmente.




Aquel hombre que devolvió la vida a toda una comarca sin pedir nada a cambio y sin que apenas se conociera su obra, murió en 1.947 en hospicio de Banon. El narrador de la historia, Jean Giono, aporta datos suficientes como para comprobar su veracidad. Por otra parte, la acción no es nada difícil ni extraordinaria, aunque lo suficientemente bella y humana como para parecer cosa de cuento. Algunos grupos ecologistas están emprendiendo iniciativas en ese sentido en varias comunidades autónomas, precisamente con especies del género Queroun. En Granada hay al menos una persona que solicita ayuda para in tentar repoblar Sierra Nevada de especies arbóreas autóctonas. ¿Por qué no empezar a hacerlo en la Alpujarra?. Muchas son, desgraciadamente las semejanzas entre nuestra comarca y la que se describe en la historia narrada y mucha y desesperada es nuestra situación respecto al tema. La idea puede llevarse a cabo con un poco de voluntad y alguna organización, así, si un hombre sólo consiguió cambiar toda una comarca, ¿qué no podrán hacer los más de cien mil habitantes de la Alpujarra?. Con que cada uno plantara en su vida cien árboles los que Elzéard plantaba en un sólo día se conseguiría haber sembrado diez millones que siguiendo las proporciones de eficacia de la historia narrada podrían obtenerse un millón de árboles en nuestros montes, plantados por nosotros, con nuestras manos. Ar boles que serían vistos con bastante mejores
ojos que cuando son plantados por la Administración, pues serian una obra nuestra que protegeríamos con más cariño e interés. Es una idea que brindamos a todos los alpujarreños, pero muy especialmente a colectivos ciudadanos, como asociaciones juveniles y culturales, a partidos políticos, Ayuntamientos, etc. y que puede realizarse sin gran trabajo y con poco costo, organizando en fines de semana, vacaciones, fiestas patronales, día del árbol o del medio ambiente, etc., actividades masivas en este sentido con su carácter festivo y lúdico y como excelente y sana alternativa a otras distracciones menos constructivas. También es una es una buena actividad para los que padecen el desempleo, una buena inversión para destinar los fondos destinados a este menester, una excelente ocupación para quienes carecen de alguno y, al final el ocio continuo los lleva a otras actividades menos recomendables Podría ser una excelente terapia para la deshabituación de drogadictos, si alguna vez se deciden a instalar alguno de esos centros en alguno de los excelentes lugares para ello que existen en la Alpujarra. En fin, son tantas las actividades que pueden concluir en este menester.

JEAN GIONO. El hombre que plantaba árboles. Ediciones Altea. 1984








          Este, también, es un homenaje a mi bisabuelo que se empeño en no vender las encinas, arriba puestas, para hacerlas carbón, cuando la gran mayoría vendía las suyas. Por lo tanto, estas encinas son centenarias y casi las únicas encinas centenarias del pueblo. Un urra por mi bisabuelo, por el hombre que plantaba bellotas y todos aquellos que siguen su propio criterio yendo  a contra corriente sabiendo, o intuyendo, que es lo verdaderamente importante.