viernes, 31 de octubre de 2014

 TARAMANTAS Y BRUJAS









La noche de Difuntos, el primero de noviembre, cuentan que esa noche no se podía salir a la calle porque pasaba la Santa Compaña, que era una procesión de difuntos, de almas en pena. Iban recorriendo las calles y no les podías hablar, ni preguntar, ni pedir nada. Cuentan que una anciana que no tenía para encender la lumbre les pidió una vela y la mañana siguiente encontró que no era una vela lo que le habían dado sino un hueso humano.
Esa noche se encendían velas y se rezaba por los difuntos y todo el mundo permanecía metidito en sus casas, por si acaso. Hagamos nosotros lo mismo, encendamos un buen fuego, tostemos castañas, hagamos dulces rosetas a las cuatro tazas, una copita de anís y como cuando eramos pequeños vamos a contar cosas de miedo.
Como decía, la noche de Difuntos y el día de Todos los Santos, se creía que las almas de los difuntos volvían a sus casas. En algunos sitios tapaban las cerraduras de las puertas como posible entra de las animas, otra era la chimenea, por lo que se ponían las tenazas en cruz. Había correrías de animas por los tejados y la ya dicha Santa Compaña que recorría las calles. Aunque había valientes que no les asustaba nada.




Un hombre tenía fama de que no le asustaba nada. Un día se aposto con los amigos que era capaz de dormir una noche en el cementerio. Esa noche, acompañado de los amigos, fueron al cementerio. Bebieron un poco de vino para entrar en calor y darse confianza, los amigos se fueron y él se quedo allí solo. Se metió dentro del cementerio, se tapó con la capa y se acurruco en un rincón a pasar la noche. Cuando sintió cantar el gallo, dijo: “ Ya esta amaneciendo, la apuesta la tengo ganada.” Se levantó y se dispuso a salir del campo santo. Al ir a pasar la puerta, se hecho la capa sobre el hombro con tan mala suerte que se le quedo engancha. Tiro y tiro pero no se soltó. Los amigos que lo esperaban, viendo que no venía a la hora convenida, pensaban que no había cumplido la apuesta. Decían entre bromas:”Este le ha dado miedo esta noche y se ha ido a su casa a dormir.” Antes de irse cada uno a su casa decidieron pasar por el cementerio y allí se lo encontraron tumbado en la puerta muerto con la capa enganchada de un clavo.


Otra historia parecida, pero con un final más amable, es la de un hombre que fue del pueblo a ver a la novia a un cortijo. Cuando echo el ratico con la novia se fue de vuelta a su casa. Era noche cerrada, no había luna y al cruzar un riachuelo se le engancho la chaqueta en una zarza. Dio un tirón pero se quedo más enganchado. Lo primero que pensó es que algún ladrón lo había cogido para robarlo, y le decía:” Llevese lo que tengo, pero dejeme con vida.” Pero como no lo soltaba ni decía nada, empezó a asustarse de verdad y estuvo toda la noche suplicando, llorando y pataleando,pero el que lo tenía agarrado ni lo soltaba ni le hablaba.
Estuvo toda la noche así. Cuando ya la claridad fue tanta como para distinguir lo que tenía alrededor, miró para atrás y vio que era una zarza la que se le había enganchado a la chaqueta. Cogió la navaja del bolsillo y corto la zarza. Ya más valiente , dijo: “¿Ves lo que he hecho contigo? Pues lo mismo hubiera hecho si hubieses sido un ladrón.”


Otro tema recurrente en estas historias son los fantasmas. Ya en el siglo XVII el visitador de la Alpujarra don Juan de Leyva, investigo en una veintena de poblaciones, entre ellas Mairena, las extrañas luminarias que fueron vistas , tanto en el cielo como en el suelo, y que venían apareciendo desde, año arriba o abajo, el 1590.



A los fantasmas también se les llamaba taramantas. En el pueblo hubo una muy sonada. Hubo un tiempo que toda la gente en el pueblo vivía asustada, antes de que se fueran las ultimas luces del día todos salían corriendo a encerrarse en sus casas, la gente que estaba en el campo apuraba el paso para que no se le hiciese de noche en el camino. El agua de riego de las tandas nocturnas corría perdida por las acequias porque nadie regaba de noche. Las madres asustaban a los niños mas rebeldes :” ¡Que viene la taramanta!” Desde hacía unas noches, en el camino de Almocitas, venia apareciéndose una cosa de otro mundo, las personas que vieron la taramanta decían que era alta como un árbol, saliendole luz por los ojos y vestida con andrajos. Nadie le pregunto que quería, porque el temor era mucho. La norma primera cuando se aparecía un fantasma era preguntarle: “En el nombre de Dios te pido que me digas quién eres y lo que quieres.” Porque podía haber muerto con una manda por cumplir, una misa o con alguna cosa importante por hacer y estar sufriendo en el purgatorio.
Hasta que un hombre, dicen que el más enclenque del pueblo, pues era bajito y delgado, muy poquita cosa; dijo que aquello se iba a acabar, tanto ir escondiéndose de aquello y tanto tener a la gente asustada, que el arreglaba aquello fuera lo que fuera. Una noche se escondió en unas matas, en una revuelta del camino y aparecieron las taramantas. Con un palo bien agarrado a las manos, les salió al medio del camino y les dijo que se quitaran aquello de la cabeza. La taramanta que no esperaba que le saliera nadie al camino empezó a hacer sonidos, pero el valiente no se asustó y le dijo que a él esas cosas no le daban miedo, que se dejara de tonterías o le daba con el palo en la cabeza que se moría de verdad. La taramanta que se vio descubierta le dijo que no le hiciera nada, que era Fulanito, que era de Ugijar, que venía a verse con una del pueblo y para no levantar habladurías y descubrirse venia disfrazado así. El disfraz de taramanta consistía en una orza en la cabeza con dos agujeros y un cabillo de vela, vestido estrafalariamente. Otras veces lo que se ponían en la cabeza era un tabaque alumbrado también con una vela y una sábana por encima.



Pienso que estas tradiciones fueron traídas por los repobladores, que al principio tenían otra función. En el pueblo de Torre de Juan Abad, de Ciudad Real, se recoge que:”En llegando la Cuaresma, ya casi agonizando el mes de febrero, empezaban a salir las pantasmas casi siempre por promesas a las ánimas(que se cumplían siempre de una forma anónima). Todos los Viernes de Cuaresma aparecían las pantasmas. Iban vestidas de negro con una especie de túnica o sayal que le llegaba a los pies. Y para agrandar su estatura y darle a su figura un aspecto entre insólito y terrorífico, sobre sus hombros y cintura llevaba atado con lo que fuera,cuerdas o correas, un armazón de listones de madera y varillas de hierro, todo cubierto de sábanas blancas...” El aspecto tendría que ser aterrador, solo hay que imaginárselo en plena noche en una calle sin luz. En algunos pueblos de Badajoz eran mujeres arrebujadas en una manta con un faro y un cencerro las que iban rezando por las calles del pueblo por las ánimas benditas, cumpliendo un voto o una promesa.
Aprovechando este anonimato y el miedo que estos disfraces provocaban, algunos galanes se podían ver tranquilamente con sus amantes.



Otra de las historias que eran muy contadas antes eran las historias de brujas, porque como dice el dicho: Haberlas hay las.
Las brujas para poder volar no necesitaban escoba, bastaba con untarse un ungüento en las axilas. Contaban que una mujer, sospechando que su vecina era bruja, la espiaba por las noches y descubrió que se subía al terrao, totalmente desnuda, y se untaba con algo en las axilas y salía volando. Al día siguiente fue a su casa y le dijo que le diera del ungüento que ella se echaba para volar o le decía a todo el mundo que era una bruja. La otra le dijo que si, que porque no, y le dio un bote con manteca de cerdo. Esta, que no sabía del engaño, se subió al terrao, se unto muy bien las axilas y se dispuso a volar estrellándose contra el suelo. Había un conjuro que junto con el ungüento servía para volar. Tenían que decir: “De guía en guía sin Dios ni Santa María.” Y salían volando, pero cuando cantaba el gallo si no estaban de vuelta, allí donde les pillara no podían volar más y caían a tierra. Porque dicen que cuando cantaba el gallo era como si dijera: “Cristo y Nación”. Y ellas no podían seguir volando, se les acababa el hechizo. Esto, según me contaba mi abuela, le pasó a su abuelo. Cuando iba de madrugada para el campo le cayo, literalmente encima, una mujer desnuda que él cubrió con su capa ( qué iba a hacer una mujer desnuda en medio del campo a esas horas si no una bruja) y la llevo a Júbar, que se ve, que era de allí .A otro hombre que iba a ver a la novia, también en Júbar, cuando iba a verla lo llevaban en volandas y con mucho jolgorio, como si fuera una fiesta. Lo que no esta claro es si la novia pertenecía al mismo gremio.




Las brujas se podían meter en cualquier sitio bajo cualquier forma, lo más utilizado era de gato negro. Un día una mujer vio en su casa un gato que no había visto nunca y con la escoba lo echo a la calle, al día siguiente vio a su vecina llena de arañazos. Porque generalmente es la vecina la que se mete en la casa de las otras simulando cualquier forma para fisgar dentro del hogar. Un matrimonio estaban sentados al amor de la lumbre y repararon que debajo de la cantarera había un puchero que no reconocían como suyo, le dijo el marido a la mujer: “¡ Cucha que puchero!” Entonces la mujer le arrimo un ascua a la boca del puchero y a la mañana siguiente el puchero ya no estaba, pero cuando vieron a la vecina tenia toda la boca llena de vejigas y le preguntaron: “¿Que te ha pasado en la boca?” Y esta respondió: “Tu sabrás lo que hiciste conmigo anoche”
Otra mujer vio que en su alacena había una orza entre las suyas que no era de ella. La cogió y la tiró por las escaleras. Al día siguiente la vecina tenia un brazo en cabestrillo, cuando le preguntaron como se lo había hecho, respondió que se había caído por las escaleras.
A los niños pequeños había que bautizarlos pronto, porque entre otros problemas estaban las brujas. Si se llevaban un niño sin bautizar estaba perdido tanto en la tierra como en el cielo. Tenían que dejar encendida todas las noches, hasta que se bautizaba, una luz de vela o de candil en la habitación donde dormía para que no se lo llevaran. Dicen que en el pueblo le pasó eso a una niña, se la llevaron las brujas y estuvo perdida tres días, cuando ya casi estaban perdidas las esperanzas, apareció sana y salva en un lagar. Desde aquel día por este hecho se la conocía por María la “Embrujá”.




Otras veces se dedicaban a dar sustos mortales, como le paso a un hombre que se levanto muy temprano, todavía de noche, para ir a su campo que estaba en la sierra. En el camino tenía que atravesar el rio, ya antes de llegar a él sentía voces de mujeres lavando y el zapateado de los trapos contra la piedra. Pensó: “Cuanto han madrugado hoy las mujeres para lavar”. Pero al doblar el recodo del camino y divisar el rio vio que no había nadie lavando, aunque se sentían voces y risas. Lo más espeluznante era que de las piedras del rio, las que servían para lavar, salían chispas como si no fueran trapos lo que se lavara allí. El hombre llevo tal susto que voló, mas que corrió, a su casa y a los tres días murió.





Este ha sido un pequeño recorrido a las historias de brujas y fantasmas que a mi me contaron, sino en la noche de Difuntos en cualquier otra noche junto al fuego o al sereno en cálidas noches de verano, mis abuelas Carmen y Encarnación. También mi vecina Ángeles contribuía a que me fuera a la cama con un poco de miedo, y a la que todavía le preguntó: “ Ángeles, ¿se acuerda de aquello que me contaba de …?” Y ella rebusca en su memoria, aunque este ya un poco mermada por la edad, pero siempre se acuerda de algo. Gracias a ellas que tuvieron las ganas de contarme e implicarme en estas historias, tradición oral de este pueblo, es por lo que hoy yo os las puedo contar a todos vosotros.





NOTAS:Revista de folclore. Mitología popular(Campo de Montiel) nº 282 Año 2004.

domingo, 12 de octubre de 2014

 Ha llegado el otoño a Mairena. Aquí pongo unas fotos:








Es tiempo de vendimia 




Llegan las primeras lluvias


Los árboles cambian sus hojas verdes por otras amarillas










Los paisajes del pueblo cambian de color









Y poco a poco ,caen las hojas














Salen los primeros hongos y es tiempo de la recogida de setas y...








de algunas frutas.